24/08/2011 Inicio mi blog con este artículo:
¿Ha cambiado tanto nuestra sociedad?
Quizá parezca lógico pensar que desde el tiempo en que se desarrolla la novela Ad Fines (siglo I) hasta ahora, la sociedad ha cambiado drásticamente. Muchas veces los grandes avances tecnológicos nos enturbian el panorama y dan a esta generación una falsa sensación de singularidad.
Todo lo contrario, los objetivos en la vida de las personas no han cambiado: intentar sobrevivir dentro de la sociedad imperante, conseguir la felicidad (por la posesión de cosas, de la estabilidad económica, de afecto de otras personas), llegar a comprender qué somos dentro del Cosmos, conseguir el amor, etc.
En esa antigua época la sociedad estaba regida por un gran imperio que globalizaba su forma de ver la vida, imponiendo una forma de pensar, de creer, de vivir, de progresar. Cualquier movimiento que atacase las bases de esa sociedad, como por ejemplo el judaísmo o el cristianismo, era puesta bajo vigilancia o atacada abiertamente y tildada de “políticamente incorrecta”: justo como pasa ahora.
Roma ejercía un férreo control sobre sus habitantes y estos solo podían disfrutar de una cierta sensación de democracia, autonomía o libertad, en función de su procedencia, de sus privilegios y sobre todo de su dinero. En eso tampoco ha cambiado mucho.
Alguien me dirá que ahora no existen las desigualdades sociales de entonces, pero solo hace falta echar un vistazo a los titulares de los periódicos para deshacer esa idea: gran número de personas sufre de penurias mientras hay una élite económica que vive opulentamente y con escandalosos lujos. Esas diferencias se magnifican hasta extremos inmorales si salimos de nuestro “Primer Mundo” y miramos hacia el Sur.
Existían en el Imperio Romano esclavos a los que se privaba de su libertad y derechos, como ahora pasa en nuestra sociedad con el tráfico de personas por trabajo en condiciones inhumanas o prostitución.
La diferencia entre la vida en EE. UU. o la Unión Europea y la de los países del “Tercer Mundo” es similar a la que existía entre de los que vivían en Roma (y territorios o ciudades importantes) y los territorios conquistados, a los que se robaban impunemente sus recursos. En ambas épocas, el control y el comercio de productos básicos o de lujo desembocaban en una serie de injerencias, guerras y campañas de saqueo sistematizadas a las zonas que tenían abundancia de esos productos. Como ahora, Roma hacía caer o imponía a dirigentes locales que fueran marionetas a sus intereses. También tras largos periodos de gobiernos corruptos, opresores e injustos, se producían revueltas que acababan en baños de sangre. ¿Os suena?
Para evitar el descontento de parte de la población, procuraba entretenimientos públicos (ludi) que los distrajeran de su realidad, abandonándose en ellos a sus más bajas pasiones, como la violencia, el escarnio público o la muerte como divertimento. Algunos programas de televisión de sobremesa o tarde hacen gala de un mal gusto y bajeza similares.
Hoy existe una gran dificultad de la mayoría de la población para su subsistencia básica i/o para acceder a una vivienda digna, mientras proliferan las urbanizaciones de lujo con casas palaciegas de la élite económica y política; de la misma forma que existían en el Imperio Romano las ínsulas donde malvivía la plebe en contraste con las ricas domus (urbanas y rústicas) de los ciudadanos romanos pudientes.
También hoy existen diferencias en la aplicación de la justicia entre pobres y poderosos. El caso de Strauss-Kahn o el de la corrupción impune de algunos políticos es una muestra de ello. Esto ocurría también en el Imperio Romano.
En fin, las similitudes son tantas que me pasaría horas enumerándolas. Solo me resta decir que extrapolando la historia de la novela a nuestros días, diría que: Ad Fines se desarrolla entre dos grandes ciudades (Barcino y Tarraco), cerca de una importante “área de servicio” (Mansio) de una autopista principal (Vía Augusta) que es el eje básico de comunicación entre esas ciudades y que los protagonistas buscan ser felices dentro del difícil mundo que les ha tocado vivir, intentando ser coherentes con sus creencias y su forma de ver la vida. Podría parecer una historia contemporánea ¿no?
Juan Miguel Torrero